“Hay que fomentar valores, que sientan suyo su equipo.
El fútbol es pasión, así que forma al jugador y dales sentimiento. Yo quiero ganar y para ello hay que
formar futbolistas. No es una idea impuesta, es que yo me lo creo”. Con esa frase se despidió Luis
Enrique en 2011, cuando se marchó del Barça B.
Firme creyente de la filosofía de cantera, el asturiano
se pronunciaba sobre la incompatibilidad de tener urgencias con desarrollar un
buen proyecto de fútbol base. Hablaba de la necesidad de fomentar la cantera
como un proyecto a medio-largo plazo, para el cual se requiere mucha gente
especializada. Un gran entramado de profesionales del fútbol, personas en el
scouting, en la captación y, por supuesto, entrenadores con calidad formativa.
Luis Enrique, aunque sabe de la importancia del
entrenador, defiende que son los jugadores los que sacan adelante un proyecto y
es por ello que confía ciegamente en ellos. Nunca trata a todos sus futbolistas
por igual y, en esta nueva etapa, no examinará por igual tampoco a los
canteranos que suban a entrenar o a jugar con el primer equipo: serán los más
exigidos.
Precisamente durante su época como entrenador del Barça B
y con Guardiola dirigiendo la primera plantilla, fue cuando más jóvenes ascendieron
con éxito. Pese a que a Lucho no le gustaba perder jugadores, conocía su
función y sabía que era lo que tenía que hacer.
Ése es el mayor hándicap del Barça B respecto al resto de
equipos de la competición: pierde a sus jugadores más importantes en todas las
jornadas. Esta temporada, Eusebio se va a tener que acostumbrar a esto más que
nunca, porque en el banquillo del Camp Nou al fin hay alguien que piensa contar,
y mucho, con sus jugadores.
Luis Enrique, consciente de que los que vienen desde
atrás llegan con muchas ganas y de que ya se ven capaces, va a abrirles las
puertas de par en par. Como ya hizo en el Barça B con los juveniles o en el
Celta de Vigo con futbolistas como Santi Mina o David Costas entre otros. Pero
no regalará nada.
En su rueda de prensa de presentación se expresó sobre
los jóvenes en estos términos: “Sé que
están preparados, pero es un tema mental. Tienen que vivir por y para jugar en
el primer equipo del Barça”. Y no va a exigirles menos que eso. No aceptará
que los jugadores no sean ambiciosos y se engañen no dando el máximo de sí
mismos. Es consciente de que el jugador de 16 años del FC Barcelona está muy
influenciado por el entorno y de que no necesitan más palmaditas en la espalda,
sino exigencia, confianza y mucho trabajo.
En las anteriores campañas la promoción de canteranos al
primer equipo no ha sido demasiado exitosa y los ya ascendidos no contaron con
tantos minutos como sería deseable, ya sea por sobrecarga de suplentes de peso,
por ciertas dudas estructurales o por escasez de confianza.
A Luis Enrique nunca le temblará el pulso para recurrir a
la jóvenes recién llegados. No confía menos en Masip que en Ter Stegen o en Bravo,
ni considera más prescindible a Rafinha que a Xavi. En el actual Barça no hay ningún
jugador irremplazable y si lo hay, Lucho no se lo va a hacer saber. En busca de
la competencia feroz, sus futbolistas no sabrán las alineaciones hasta una hora
antes del partido y rara será la semana en la que ningún futbolista del filial
entrene bajo sus órdenes.
Eso sí, olvidémonos de que vaya a llamarlos por
compromiso u obligatoriedad ni para cumplir un cupo. Cuando los Munir, Adama,
Samper o Grimaldo entrenen o jueguen con el primer equipo, será porque cree en
ellos, porque su calidad en el trabajo así lo requiere y porque los ve
preparados –sobre todo mentalmente- para dar el paso.
Esta temporada la comunicación entre Luis Enrique y Eusebio será constante y lo esperable es que los ascensores vuelvan a retomar aquel ritmo frenético al que tan bien nos acostumbró Pep.