- Informe publicado en el Club Perarnau -
“La vida de futbolista te da la
posibilidad de rehacerte cada temporada, pero en la de entrenador igual que hoy
estás ahí, en 5 meses puedes no tener nada”. Así hablaba Luis Enrique en su
última entrevista para BarçaTV,
donde aseguraba que ser futbolista es mucho más gratificante que ser entrenador
y que él cambiaría su rol sin pensarlo ni un segundo.
Cuando Luis Enrique fue nombrado técnico
del Barça Atlètic, no fueron pocos los que pusieron en duda su incorporación. Los
más críticos cuestionaban que fuera un hombre capaz de emplearse al 100% en el
fútbol, cuando desde su retirada como jugador se le había visto más atento a
otros deportes que al balompié, pero la implicación casi obsesiva de Lucho hizo
que las dudas respecto a él se disiparan pronto.
Al igual que fue un jugador de
carácter, se convierte también un entrenador de carácter. Y si bien es cierto
que es Guardiola quien marca la línea a seguir, Luis Enrique será el que desarrolle
aún más la idea de su antecesor e implante definitivamente la cultura del
esfuerzo en el filial. Lo que el técnico
asturiano propone desde el primer momento es disciplina, ambición y
competitividad extrema. Y a partir de ahí, que llegue todo lo demás.
SUS OBJETIVOS
Luis Enrique es exigente y duro,
pero deja trabajar y confía mucho en la capacidad de sus jugadores. En el Barça
B todos se sintieron importantes y la evolución del juego fue espectacular
durante los tres años que duró la etapa de Luis Enrique. Al principio les costó
arrancar, en Segunda B incluso llegaron a estar penúltimos en la clasificación,
pero al técnico le sirvió para disipar dudas y darse cuenta de quién quería
estar y quién no. Hicieron piña y al siguiente año los jugadores se metieron
por completo en la dinámica que Lucho buscaba. Esa segunda temporada el equipo jugaba
siempre con la sensación de que no iba a perder, los jugadores estaban tan
convencidos de lo que hacían que la posibilidad de caer no existía en sus
cabezas. De hecho, a pesar de la poca fortuna en los sorteos en el playoff de
ascenso, Luis Enrique jamás pensó en la posibilidad de no ascender, en ningún
momento vio peligrar el ascenso. El equipo volaba ante la oportunidad de estar
en Segunda División.
Una vez ganada a pulso una plaza
en la Liga Adelante, el técnico tuvo que enfrentarse al hándicap que se le
presenta a cualquiera que no puede aspirar a mucho más de lo que ya ha
conseguido: “el problema de mi equipo es que no puede ascender, porque yo estoy
seguro que de no ser así, el resto de equipos lo tendrían casi imposible para
ganarnos. Ningún equipo de playoff querría al Barça B como rival”. Lucho, que
aseguraba que marcar objetivos de inicio no iba con su manera de entender el
fútbol, tuvo que inventarse uno para motivar a sus jugadores. “A mí ser el mejor
filial de la historia me daba igual, pero al jugador tenía que convencerle de
que era algo muy importante. Necesitábamos que se lo creyesen, porque si un
equipo no lucha por algo, acaba perdiendo las fuerzas”, admitió una vez acaba
su andadura en el Barça B y conseguido el reto que propuso a sus jugadores:
obtener la mejor clasificación en los 43 años de historia del filial blaugrana.
En Roma renunció antes de acabar
contrato, pues la manera tan visceral de entender su trabajo hizo que las
derrotas –dentro y fuera del campo- acabaran con su energía. La Roma es un club
al que pocos entrenadores sobreviven y Luis Enrique pronto se dio cuenta que
subsistir a la AS de Francesco Totti iba a ser casi imposible.
Los problemas para el técnico
fueron varios, partiendo de Totti en el papel de deidad y la casi imposición de
hacer que esto siguiese siendo así. El verano fue ilusionante y se vislumbraban
buenos mimbres, pero el flojo arranque de temporada –incluida la eliminación
europea ante un inofensivo Slovan Bratislava- ya puso la duda sobre Lucho; la
frustración por ver cómo al final el equipo desperdiciaba cada oportunidad que
tenía de plantarse en la parte alta de la clasificación, acabaron con él. Seguramente,
si hubiese aceptado seguir en el club, él y la Roma todavía irían de la mano. Máxime
cuando estamos hablando de un técnico que apuesta más por la solidez a medio plazo
que por el éxito inmediato: “el éxito es efímero e irreal. El que se vea
engañado por el éxito o el fracaso, está hundido en la miseria. Ambos existen
pero lo importante es saber por qué llega el éxito y por qué llega el fracaso”.
LOS JUGADORES
Para Luis Enrique los jugadores
son siempre los causantes y protagonistas del fútbol, son los que sacan
adelante un proyecto. Lucho necesita que el jugador perciba que confía
ciegamente en ellos (llegó a decir que sus pupilos eran mejores que los del
primer equipo), pero no acepta que un jugador no dé el máximo de sí mismo. Es
muy estricto porque considera que desde la exigencia el jugador da mucho
más y, como futbolista que fue, sabe que
al deportista sólo se le llega desde el convencimiento. No consiente que los
intereses particulares de ninguno estén por encima de los del colectivo, en sus
equipos el pensamiento individual es imperdonable. “El único jugador
imprescindible es que el suma cuando está en el campo, en la grada o incluso en
el hospital”, manifestó en referencia al veterano Armando Lozano.
Al asturiano le gusta sorprender
a sus jugadores en los entrenamientos (aunque no cada día porque esto podría
dificultar la adquisición de roles), que no conciban que siempre se hace lo
mismo, que el jugador perciba que hay un trabajo detrás y que el entrenador es
el primero que se esfuerza por el bien del equipo. Lucho admite que se equivocó
muchas veces, pero que los jugadores supieron apreciar que los errores fueron
cometidos intentando ayudarles y que eso resultó importantísimo en el devenir
del colectivo.
Los que subían del juvenil ya se
veían capaces de dar la máxima nota con el filial, no había que convencerles de
nada (el ejemplo más claro es Sergi Gómez, que subió para cubrir una baja y se
convirtió en el hombre más importante de la defensa durante todo el playoff de
ascenso). Durante esos tres años de Luis Enrique en el B y Guardiola en A, el
camino se abrió más que nunca para los canteranos. “Nosotros no hemos inventado
la pólvora”, explicaba Lucho, “en el Barça, el que es ambicioso puede llegar a
ser futbolista del primer equipo. Y ésta no es una idea impuesta, es que yo me
la creo”.
27 jugadores tuvieron minutos en
su primera temporada al mando del Barça B, 31 en la segunda y hasta 33 en la
tercera. Luis Enrique nunca tuvo miedo de sentar en el banquillo a los mejores
y de sacar a juveniles si consideraba que los últimos habían trabajado más y
mejor. ¿El barómetro para determinar esto? Los entrenamientos.
ENTRENAMIENTOS
No importa si el día de antes has
sido un titular más o menos acertado, un suplente de los que ni siquiera salen
a calentar o un descartado en la grada. Da igual cual haya sido tu papel,
porque cada lunes con Luis Enrique se parte de cero. Para pisar el césped el
fin de semana, es condición necesaria (pero no suficiente) asistir a todos y
cada uno de los entrenamientos. En el Barça B, si un día entrenabas con el
primer equipo o el seleccionador de turno te llevaba con él, el sábado no eras
titular. Prefería jugársela con “los menos buenos” que enviar un mensaje
equivocado al vestuario. Lucho no hacía favores a nadie y, si lo creía
conveniente, cambiaba el once inicial la misma mañana del partido, sin importar
la clasificación o el rival. Confianza sí, pero siempre que haya trabajo.
Con este método consigue
tensionar a los jugadores y motivarlos a todos a seguir esforzándose como si
cada entrenamiento fuese un examen final, porque de hecho para él lo es. Cada jugador
ha de tener claro que la clave para estar en el once inicial es el trabajo
semanal. De esta manera, Luis Enrique logra que los titulares se esfuercen para
continuar siéndolo y que los suplentes y descartados se dejen la piel para
demostrarle que están capacitados para ayudar al equipo.
Una vez llegado el encuentro del
fin de semana, Lucho ya sí es más flexible con los errores que puedan cometerse
en el césped. Durante los partidos le gusta conceder libertad a sus futbolistas
para que maniobren como consideren. Deja que el futbolista piense por sí mismo,
dando sólo las indicaciones justas para facilitarles el trabajo. Cuando el
árbitro pita el final, empieza de nuevo la carrera por ganarse un puesto en el
siguiente once.
MODELO DE JUEGO
El asturiano dejó al Barça B tras
haberlo entrenado en 124 partidos: 60 victorias, 39 empates y 25 derrotas. Pero
más allá del visible éxito en las cifras, interesa saber cómo se consiguió.
Luis Enrique interpreta el juego
desde la posesión, desde utilizar a jugadores de perfil ofensivo y llegar al
gol involucrando a muchos futbolistas. Otra cosa es que tenga el perfil de
jugador necesario para desarrollar esa idea futbolística, pero se está ocupando
de ello a través de los fichajes realizados. “Yo no quiero tener a seis o siete
hombres por detrás del balón. Y si puedo marcar 5 goles no marco 4. Ésa es mi
idea futbolística y por ello creo que he encajado bien en el Barça“.
El Barça B siempre fue un equipo
reconocible, pese a que las condiciones no siempre fueran favorables. Construía
desde la defensa, mediante laterales altos, centrales abiertos y un mediocentro
que se incrustaba entre ellos. Si el rival presionaba con muchos jugadores, los
culés llevaban el balón a las zonas del campo que quedaban despejadas. Así
pues, era habitual ver contra presiones muy asfixiantes un envío en largo del
portero de turno o Fontàs hacia el lateral adelantado, que ganaba el salto y
dejaba en ventaja a sus compañeros para que se hicieran con la segunda jugada.
La responsabilidad de los
laterales en la transición resultaba vital, pues Lucho jugaba con gran espacio
entre líneas. Si bien es cierto que se perdía cierto control del juego, también
se ganaban muchísimos metros para correr y los contraataques culminados por
Nolito y Soriano resultaban casi imparables. Los intercambios constantes de los
dos delanteros más Benja, sumado a la gran profundidad, obligaba a la defensa
rival a mantenerse retrasada.
Quizá el punto más flojo del
Barça B de Luis Enrique, a pesar de contar en esa línea con alguno de sus
mejores jugadores, era la defensa. Era habitual verles jugar con la línea
adelantada, pero tenían una tendencia a recular ante la intimidación rival. Al
contrario que el equipo de Pep, el filial defendía al hombre los balones
parados. Ya en la última temporada, Lucho liberó a los laterales de
responsabilidades en la gestión del balón, lo cual les benefició para incidir
más por la banda y generar superioridades en ataque.
Fue un equipo muy cohesionado y
profundo, timoneado principalmente por dos interiores escalonados, lo cual les
permitía superar líneas con facilidad y situar el balón fuera del alcance de la
presión rival, en zona de menor riesgo en caso de pérdida.
En la Roma el sistema también fue
un atractivo 4-3-3, pero con más matices que el del Barça B: a veces un mediocentro
y dos interiores, otras trivote o Totti combinando zona de mediapunta con
trabajo de delantero centro. La idea, la misma: innegociable querer el balón y
poseerlo, moverlo con criterio, buscar el gol. Laterales que se convertían en
extremos para mejorar el juego exterior en ataque, interiores escalonados y
versátiles que creaban superioridad a partir de apoyos dentro y fuera, delanteros
que se descolgaban para que los dos extremos se internaran en el área.
¿CÓMO APLICARÁ SU IDEA EN EL
CELTA?*
Ahora llega a su tercer equipo y
deberá aplicar su modelo futbolístico en la medida que sea posible. “Yo siempre
voy a querer jugar así, que mis equipos jueguen así, pero esto dependerá de los
jugadores con los cuente”. Lucho ya se está encargando de esto y las
incorporaciones de Fontàs, Nolito o Rafinha -entre otros- no dejan lugar a las
dudas: nos lo vamos a pasar bien.
En la portería, cuenta con tres
hombres para un puesto. El regreso de Yoel Rodríguez a Vigo convertido en un
portero más completo y seguro en el 1 vs 1 hace presagiar que el elegido será
él, pero el determinante final de temporada del joven Rubén no le pondrá las
cosas fáciles. Teniendo en cuenta que Luis Enrique está acostumbrado a rotar
porteros a lo largo de la temporada, no sería tan extraño que repartiera
minutos.
En defensa, si Hugo Mallo (regresado
de una larga lesión hace apenas una semana) quiere volver a ser el dueño del
lateral derecho tendrá que vérselas con el joven Jonny, que asumió a la
perfección la titularidad cuando su compañero se rompió el ligamento cruzado de
la rodilla. Para la banda izquierda, el único hombre en plantilla es Bellvís,
pero Luis Enrique cuenta con fichar a alguien más, previsiblemente a Canella
del Sporting de Gijón. Juegue quien juegue, a ambos laterales se les pedirá
mucha implicación ofensiva (sobre todo dependiendo de los extremos escogidos) y
será importantísimo su papel en la apertura de campo durante la posesión. El
fichaje de Fontàs, el hombre en el que Luis Enrique confiaba todo el peso de la
defensa en el Barça B, no deja lugar a la imaginación: en el Celta 13/14 será
innegociable jugar el balón con criterio desde atrás. Acompañando a Fontàs estará,
casi con seguridad, Tuñez.
En el centro del campo, Borja
Oubiña será el mediocentro titular. Se le exigirá una alta implicación en la
salida cuando el equipo tenga el balón y
la misión de organizar la transición defensiva cuando la posesión sea
del rival, incluyendo apoyos y coberturas a los laterales. Presumiblemente, el
centro del campo lo completarán Rafinha y Álex López, como interiores
escalonados. Imprescindible su participación en la presión para recuperar lo
más arriba posible y hacer circular el balón a alta velocidad y con criterio.
Por delante, con la llegada de
Nolito al Celta -otro de los hombres de confianza de Lucho en el Barça B- se
vislumbra una delantera que promete mucho. La línea de tres estará formada por
el ex delantero del Benfica, Augusto en el otro extremo y Charles en punta
asegurando el gol. Será importante la movilidad de todos los hombres arriba,
pues la llegada de los interiores desde la segunda línea podría provocar
aglomeraciones nada beneficiosas en el área, algo que ya se pudo ver en la
primera temporada de Luis Enrique al frente del filial azulgrana. Tampoco es
nada descartable que el técnico asturiano piense en Krohn-Dehli para jugar con
dos extremos a banda cambiada y dar protagonismo a la proyección de los
laterales.
Más allá de la plantilla o del
once, jugadores como el jovencísimo Santi Mina y otros canteranos pueden estar
tranquilos, porque Luis Enrique va a contar con ellos. Para Lucho los
canteranos son piezas claves y ha ido a parar a un club que se fía de su
cantera y la trabaja bien. “En clubes donde no hay urgencia de títulos ni un
presupuesto alto, es necesario atender a la cantera. El fútbol es pasión y nada
es mejor que formar a jugadores que sientan el club como suyo propio. Fomentar
valores, darles sentimiento de club. No hay otra manera”, en esos términos se
expresaba el asturiano en mayo de 2011.
Con todo, y después del tortuoso
paso por Roma, los indicios son claros: Luis Enrique está en el destino
correcto. Buena suerte, míster.
*Artículo escrito durante la primera semana de julio, antes de conocer algunas de las altas y bajas del nuevo Celta de Vigo.
Este informe no habría sido posible sin la ayuda desinteresada de Jaume Marcet. Periodista y experto en la cantera blaugrana.
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