- Artículo escrito originalmente para el Perarnau Magazine -
La gestión
de una cantera no es sencilla. Entran en juego multitud de factores humanos y
técnicos, desde el esfuerzo hasta el azar. No es una ciencia exacta ni una
disciplina precisa. No hay una fórmula mágica que te asegure un alto porcentaje
de éxito ni existe una sola metodología para gestionar el talento. El FC
Barcelona, sin embargo, parecía tener clara cuál era la suya. Con sus aciertos
y sus errores, pero una metodología firme que trajo consigo la época más dorada
del club azulgrana.
Han sido
muchos años fichando técnica, inteligencia y talento para moldearlos y
adecuarlos al modelo. Captando jóvenes porteros ágiles y con buen juego de
pies, centrales técnicos con buena salida de balón y gran colocación, laterales
con fondo físico, mediocentros generosos, delanteros inteligentes y extremos
persistentes e incisivos, para luego formarlos y educarlos mediante una fórmula
que no es perfecta, pero que da los mejores resultados en todo el panorama
mundial.
Hoy en día,
desde abajo se sigue trabajando con el mismo entusiasmo, pero arriba algo ha
cambiado. Pequeñas fisuras que lo están condicionando todo y que valdría la
pena arreglar antes de que se conviertan en brechas irreversibles.
ENTRENADORES,
EL FACTOR DIFERENCIAL
El FC Barcelona
ha sido, en sus mejores años, un club de entrenadores. La Masia, más que en sus
extraordinarios futbolistas, ha basado su firmeza en la fortaleza de sus
técnicos, consciente de que a menudo es mucho más difícil encontrar buenos
entrenadores que buenos jugadores. De los aciertos de estos técnicos y
educadores, depende en gran medida que esos proyectos de futbolistas lleguen al
Camp Nou para quedarse.
En tan solo
dos años, se ha producido un relevo en los tres banquillos del fútbol
profesional –masculino- culé: de Pep Guardiola a Tito Vilanova, de Luis Enrique
a Eusebio Sacristán y de Òscar García a Jordi Vinyals. No sólo han variado tres
nombres, también ha cambiado la manera de entender el fútbol formativo.
Guardiola
comentó en más de una ocasión que el mayor éxito del club, más que ningún
título, era que un canterano debutara con el primer equipo. A su lado, Tito
asentía.
Tito no es
cualquiera. Él sabe bien de lo que dispone y de lo que puede disponer en el
momento que lo precise. Conoce bien a los entrenadores y jugadores de los 16
equipos que tiene por debajo y la evolución de cada uno de ellos. Tito ayudó en
primera persona a que el fútbol base azulgrana se convirtiese en el más
respetado de todos. Fue canterano y es padre de canterano. No tienen que
convencerle de que lo que viene por debajo es bueno, porque lo sabe mejor que
nadie.
Con todo
eso, resulta llamativo que podamos afirmar sin titubear que la gestión de
Vilanova como “ascensorista” ha sido
más que deficiente en su primera temporada al cargo del equipo.
Para dar luz
a esta afirmación, y aún sabiendo lo odioso de las comparaciones, es útil
contrastar los canteranos que han debutado con Tito y con Guardiola. Mientras
el anterior entrenador hizo debutar en su primera temporada a seis chavales
(Busquets, Thiago, Xavi Torres, Muniesa, Botía y Abraham) y a un total de
veintidós durante los tres años posteriores, este número queda reducido a uno
sólo en el caso de Tito: Carles Planas (minuto 73 del partido en casa contra el
Alavés). Es, cuanto menos, significativo.
Pero claro, muy optimista sería esperar que se le concedan minutos
a jugadores del filial cuando los canteranos recién ascendidos al primer equipo
no han contado prácticamente con oportunidades. Especialmente significativos
los casos de Bartra y Dos Santos (392 y 60 minutos respectivamente).
Resulta
paradójico que Pep no quisiera alinear a once canteranos para no mandar un
mensaje equivocado y que Tito, sin embargo, sí lo mandase al alinearlos encuanto tuvo la oportunidad.
Al final,
por muy bien que se hagan las cosas en la base, el fútbol formativo sólo
funciona si el entrenador pone en el campo a los jugadores. Es clave que el
técnico del primer equipo tenga la total confianza en el trabajo que están
haciendo los futbolistas de los equipos de la base. Y es aquí donde encontramos
el primer indicio de que algo está cambiando en Can Barça.
LA SEGUNDA
LÍNEA
Con el Barça
B, la tónica es parecida.
El equipo
que deja Luis Enrique en 2011 es un conjunto disciplinado y rebosante de
talento en todas sus líneas. Montoya, Bartra, Fontàs, Muniesa, Romeu, Sergi
Roberto y Jonathan Dos Santos, junto con los veteranos Nolito y Soriano, son
los pilares de un filial que consigue la mejor clasificación de su historia.
Sin embargo,
los objetivos del Barça B parecen cambiar con la llegada de Eusebio Sacristán.
En las gradas del Miniestadi se tiene la sensación de que la formación de los
jugadores va en caída libre mientras que el staff técnico se dedica a defender
resultados con su dirección de campo y sus cambios conservadores.
Tras muchos
años enterrada, renace en Can Barça la eterna cuestión: ¿Ganar o formar? La
respuesta sigue siendo la misma: formar ganando y ganar formando. A pesar de
ello, no hay ninguna evidencia de que Eusebio piense lo mismo.
En estas dos últimas temporadas, cuando el árbitro ha pitado el
inicio del partido, para los jugadores la obligación ha sido luchar por los
tres puntos sin importar la manera de obtenerlos. De este modo, el
vallisoletano ha dejado al equipo en posiciones cómodas de la tabla, ¿pero es
esto tan elogiable cuando sus futbolistas no mejoran y en muchos casos se puede
observar una clara involución? ¿Los jugadores del filial están siendo
preparados para jugar al más alto nivel? Y en un segundo plano, ¿están esos
chavales preparados para no tener una oportunidad en el club de sus vidas? La
respuesta a las tres preguntas es negativa.
De la misma
manera que estar formando nunca es excusa para no ganar, estar ganando nunca
puede ser excusa para no formar.
GESTIONAR EL
TALENTO ACUMULADO
Del
Barcelona B saldrán muchos jugadores esta temporada, casi un equipo entero.
Algunos de ellos mucho antes de lo previsto, obligados por el momento que se
vive. El Barcelona se encuentra, actualmente, con más talento acumulado del que
nunca ha tenido. Vilanova no parece estar por la labor de hacerles hueco y la
situación en el filial empieza a ser insostenible para muchos de ellos, hasta
el punto de que algunos chavales advierten al club que harán las maletas si
esto no cambia.
Llegado el
momento, las cesiones son un elemento muy a tener en cuenta, pero no deberían
suponer un cambio de sentido en la metodología del club. El modelo no tiene que
discutirse, sino desarrollarse. Las cesiones no deberían responder al hecho de
no saber qué hacer con determinados jugadores, que parece ser la tónica que han
seguido los últimos préstamos efectuados. El mejor de los ejemplos es el viaje
de Fontàs al Mallorca (370 minutos en 9 partidos), un equipo que no se adapta
en nada a sus condiciones y donde ha formado parte de un doble pivote dentro de
un sistema nunca antes visto por el futbolista. Y en el Barça B las cosas
tampoco son diferentes: Sergio Ayala, Miguel Maza y Jordi Quintillà fueron
cedidos a clubes en los que apenas han tenido participación. Contando con un
total de 493, 193 y 187 minutos en Alavés, Betis B y Badalona respectivamente.
El futuro no
promete ser muy distinto, pues Sergi Roberto no puede continuar otro año más en
el Barça B y Deulofeu y Rafinha, de hacerlo, podrían estar jugándose su futuro.
Además de otro puñado de chavales que tampoco se muestran entusiasmados con la
idea de seguir otro año bajo las órdenes de Eusebio (recientemente renovado).
Viendo que el club no actúa para impedir que las cesiones sean inevitables,
cabe esperar que, al menos, sean más acertadas que las vividas otros años, pues
está en juego la carrera futbolística de algunos de los jugadores con más
potencial que ha engendrado La Masia. Para
decidir si el viaje es de ida y vuelta, será importante la rutina de control
que lleve a cabo el club para seguir el desarrollo del futbolista cedido.
Y todo esto
sin contar con que la generación del 94 se verá obligada a abandonar el Juvenil
A a final de temporada. Está por ver cuántos de ellos se asentarán en el
Miniestadi y cuántos dejarán definitivamente el club, ya que a estas alturas,
la mayoría de chavales del fútbol base y profesional todavía no saben qué va a
ser de ellos la temporada próxima.
Esa misma
situación es la que están viviendo los técnicos de los diferentes equipos, quienes
aún no saben si van a renovar, puesto que se espera una revolución en los
banquillos del fútbol formativo y un posible cambio en la coordinación. Algunos
entrenadores, sin opción de promocionarse, se irán por voluntad propia a
dirigir a equipos de nivel, mientras a otros les darán el finiquito –sin apenas
margen para negociar con otros clubes-, a la espera de que la Ciutat Esportiva
Joan Gamper incorpore en sus banquillos a nuevos formadores (alguno quizá
llegado directamente desde Brasil).
Con todo lo
expuesto, La Masia atraviesa hoy uno de sus momentos más delicados en muchos
años: un entrenador en el primer equipo que, de momento, no demuestra confiar
demasiado en la cantera; un entrenador en el filial que más que formar, deforma
jugadores; fases de aprendizaje incumplidas; chavales
que a la primera oferta que les llega se mandan a mudar, mientras que a otrosla FIFA les prohíbe jugar. Y por
encima de todas esas evidencias, nos encontramos con una directiva que se
dedica a cerrar los ojos ante algo que no tardará en explotarles en la cara.
En Can Barça
se ha pasado, en un margen de tiempo estrecho, de la tenacidad y persistencia
indestructibles a la mal disimulada impasibilidad. De la alegría por la
inclusión de un canterano en la primera plantilla, a la búsqueda desesperada
por encontrar sustitutos a los canteranos que dejan el primer equipo.
Los técnicos
de la base lo ven, los chavales lo ven y la afición lo ve. Mientras tanto, los
que mandan, toman posiciones de indiferencia y hacen dudosas peripecias con la
gestión de una cantera que ha sido, durante mucho tiempo, la bandera
irrenunciable de un club que ha presumido de ella hasta la saciedad.
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