viernes, 21 de marzo de 2014

Rafinha: pasado, presente, futuro



En Vigo no es fácil ser “el hijo de Mazinho” y en Barcelona no lo es más ser conocido como “el hermano de Thiago”. Rafinha quiere hacerse un nombre propio y, con 21 años recién cumplidos, se está destapando en esta segunda vuelta como uno de los futbolistas de la Liga.

En el ámbito físico, Rafa Alcántara reúne algunas de las cualidades estrella. No es demasiado alto (1’77m) pero sabe sacarse partido en el salto supliendo la falta de centímetros con anticipación y coordinación.

Su excelso tren inferior le da la una buenísima capacidad de aceleración y le permite ejecutar unos cambios de ritmo vibrantes. Su velocidad de desplazamiento se debe en gran medida a la amplitud de su zancada. Sin embargo, es pausado en el gesto y la reacción, no acostumbra a jugar a un ritmo muy alto pero domina muy bien el tiempo y el espacio y en cualquier momento puede cambiar el ritmo y la dirección del partido. Aporta dinamismo y es enérgico, aunque en ocasiones puede resultar demasiado agresivo en acciones defensivas.

Su tono muscular es atlético y aguanta bien los partidos que juega completos o en los que se le exige más físicamente. Es un jugador de esfuerzos cortos, aunque no entiende de dosificación según la posición del campo en la que se sitúe.

Rafinha es zurdo y siempre que el espacio y el tiempo se lo permiten, utiliza esa pierna y orienta el cuerpo en consecuencia. A pesar de ello, su dominio con la diestra es bueno y no se priva de usarla cuando la jugada lo pide: también se siente cómodo ejecutando a partir de ella, ya sea en el regate o en control.

Psicológicamente es muy duro. Su carácter y espíritu competitivo seguramente sean los factores que más le han hecho crecer. Aunque en su llegada al Celta lo pareciese, Rafinha es un futbolista que no se asusta fácilmente con la presión y no se acompleja ante nadie. Asume responsabilidades –y riesgos-, pide y ofrece el balón, encara y es agresivo. Aunque a veces yerre, su personalidad en el campo está fuera de toda duda y a su corta edad ha demostrado capacidad de liderazgo y lo ha ejemplificado con su activación y actitud durante los partidos.

Su técnica es depurada, aunque no es recargado y busca siempre la eficacia sin adornarse.  Sobresale especialmente en el dominio del balón, tanto para conducirlo como para controlarlo y retenerlo. Su absoluta seguridad en el pase en corto le convierte en un buen organizador, juegue en la posición que juegue. Su inventiva es genial y sale airoso de las más controvertidas situaciones sin despeinarse demasiado, pero a pesar de ello no es en él lo más destacable porque, como comentaba, sus dotes de organización son aún más extraordinarias. Tiene la sangre fría necesaria para temporizar en situaciones y zonas comprometidas, esperando la llegada de compañeros para ceder el balón. Sabe atraer para desbordar y generar superioridades y éste es uno de los aspectos que más está agradeciendo el Celta. Es muy astuto, descifra los espacios en los que sus compañeros más cómodos se sienten y se los regala. Su análisis durante los partidos es muy bueno, algo que no vemos con demasiada frecuencia en jugadores de esta edad a los que, normalmente, el nerviosismo les ciega y es recurrente verles cometer errores.

Con balón tiene un buen regate hacia ambos lados y desde la banda se ha hecho evidente que puede ser un gran centrador, algo que intuíamos porque sus roscas son excelsas. Maneja, además, el golpeo de balón con ambas piernas y aquí, especialmente tras salir de regate, sí cuenta con velocidad para armar el disparo. Como centrocampista se especializó en la llegada desde la segunda línea y obtuvo buenas cifras goleadoras en el filial blaugrana.

Sin pelota, destacan sus movimientos con el cuerpo, y en fase defensiva choca sin problemas y no le importa ir al suelo a robar un balón. De hecho, en el Barça B se dio a conocer como un gran recuperador.

En el ámbito táctico, si por algo destaca especialmente es por su grata polivalencia. En su corta trayectoria como profesional ha demostrado facilidad para adaptarse a lo que sus técnicos quieren y esperan de él, convirtiéndose así en un perfil extraño al que es muy difícil clasificar. Ha jugado en todas las posiciones del centro del campo y de ataque en el 4-3-3. Tanto de extremo e interior en ambas bandas, como de falso 9 e incluso de pivote en la base con la selección. Todas las posiciones las ha adoptado en uno u otro momento de su carrera. Es esa movilidad la que le ha capacitado para influir en diversas zonas del campo y saber en cada situación que dirección escoger para continuar o finalizar la jugada a conveniencia.

Su sola presencia es un plus para la circulación del balón y, como centrocampista, abre espacios en corto o verticaliza cuando puede, siempre dándole calidad a la posesión. Sin balón, como comentábamos antes, está muy implicado en labores defensivas y muerde en la presión.



DE BLAUGRANA

Rafinha llegó al FC Barcelona un año después que su hermano Thiago y con 13 años ya había alguno que se atrevía a decir aquello tan escuchado de “será mejor que su hermano mayor”. En el fútbol base, su temporada más destacada fue la que le valió el ascenso al Barça B. Fue la de 2010/2011, cuando logró el triplete (Liga, Copa de Campeones y Copa del Rey) junto a un Juvenil A histórico (Deulofeu, Sergi Gómez, Oriol Rosell, Gus Ledes y Espinosa entre otros).

Ese año, imitando la propuesta de Pep Guardiola en el primer equipo, el Juvenil A empezó a jugar con falso 9 y Rafinha fue el elegido para dicha tarea. Así pues, a las órdenes de Òscar García, el brasileño fue utilizado en los diferentes partidos como interior en ambos lados, media punta, volante y falso delantero centro.

Su adaptación al rol fue tal que Luis Enrique no tardó en llamarle para alinearlo en el Miniestadi y en más de un partido (contra el Celta en casa, por ejemplo) tuvimos la oportunidad de verle jugar junto a su hermano Thiago –ambos como interiores- y con Jonathan Dos Santos guardándoles la espalda.
La temporada 2011/2012 significó la consagración de Rafinha en el Miniestadi, siendo el jugador más utilizado por delante de los veteranos. Estuvo a caballo entre la posición de interior y la de falso 9 y acabó la temporada con nueve goles en su cuenta personal (solo uno por detrás de Deulofeu, que fue el pichichi del equipo).

Normalmente, los jugadores a estas edades necesitan mucho tiempo para adaptarse a roles diferentes a los que están acostumbrados. Rafinha, sin embargo, fue de los pocos futbolistas que esa temporada consiguió destacar por encima del gris del colectivo y, junto con el ya mencionado Deulofeu, fue el que se echó el equipo a la espalda cuando los más veteranos de la plantilla estaban de capa caída.

Rafa, que parecía destinado a jugar como interior toda su vida, destacó más que nunca como falso delantero centro en el 4-3-3 aunque sus grandes partidos siguió jugándolos en el interior al lado de Sergi Roberto. Se convirtió entonces en un experto en el juego entre líneas y en más de una ocasión controló los tiempos mejor que muchos de sus compañeros. Rafinha fue clave en los mejores partidos que jugó el equipo y su trabajo no era otro que el de reposar el juego, distribuir hacia los extremos para oxigenar y acelerar los contraataques.

La temporada pasada, con un Barça B colmado de interiores, lo vimos algunos partidos cayendo a la banda y ubicándose como extremo, aunque el equipo siempre pareció echarle de menos más centrado. Todo parecía evidenciar, pues, que el futuro de Rafinha como futbolista profesional estaba en posiciones interiores. Hasta ahora.



ERASMUS EN VIGO

Cuando el FC Barcelona pensó que, dadas las circunstancias, lo mejor para ambas partes era ceder al jugador, Rafinha tuvo claro cual quería que fuese su destino. Hubo ofertas de equipos Premier a los que el club hubiera preferido mandarle (cubrían casi la totalidad del sueldo del jugador), pero el brasileño insistió en que quería ir al Celta del recién fichado Luis Enrique.

En Vigo no lo ha tenido fácil. Llegó a Balaídos casi como un héroe, con el nombre de su padre cargado en la espalda y más presión de la que había tenido nunca. En el filial culé no todo fue un camino de rosas, pero la presión de un filial no es la misma que la de un club y una ciudad que le hacen sabedor de la necesidad de cumplir unos mínimos. Así que durante el inicio de la temporada no ha jugado tranquilo y la Primera División se le ha hecho cuesta arriba.

El curso comenzó con Augusto más escorado a la banda y Rafinha por dentro como acostumbraba hasta el momento, pero curiosamente, donde más confiado y acertado se ha mostrado ha sido abierto y arriba. Allí es donde ha encontrado el tiempo y el espacio que necesita para maniobrar y reaccionar.

Personalmente, creo que el Celta le necesitará en ambas posiciones en lo que resta de temporada y las permutas con Augusto van a ser constantes y útilísimas. Su verticalidad será necesaria por dentro contra rivales muy cerrados pero ahora mismo su buen hacer en banda se antoja imprescindible.

El 4-1-4-1 del Celta parece hecho para que Rafinha juegue abierto. En este sistema de Luis Enrique la implicación de los extremos es muy importante en el entramado de pases y en el grueso del juego del equipo. Desde posiciones más cercanas al gol, explota al máximo sus cualidades físicas, su uno contra uno y su desborde, pero también las mentales. Se ha erigido como un gran organizador, capaz de poner tranquilidad y coherencia al juego y de ordenar al Celta desde la banda.

Rafinha le da al conjunto vigués ese punto de intimidación y peligro ante los adversarios, es un extremo que cansa muchísimo a sus marcadores porque es totalmente imprevisible en la recepción y eso hace que se le busque mucho y se le haga partícipe de la circulación del balón. Tras recibir, gana muy frecuentemente la línea de fondo y sus centros ya han supuesto goles en los últimos partidos. Así que, además de aparecer y desequilibrar más, también resuelve más.

A parte de esto, Rafinha como extremo también ha resultado ser un buen recurso defensivo, puesto que el repliegue estaba siendo una asignatura pendiente para los hombres de Luis Enrique y Rafa es de los que muerde.



Y EN JUNIO, ¿QUÉ?

La pregunta está clara: ¿Qué le deparará el futuro? Lo cierto es que, a día de hoy, ni siquiera sabemos en qué posición se desarrollará.

Si la temporada que viene regresa al Barça como está previsto, todo indica que jugará entre poco y muy poco. No sería una desgracia, puesto que todo canterano que se precie calienta el banquillo antes de pisar el césped. Pero este Rafinha ya no está para ser un descartado ni el suplente del suplente de nadie, entre otras cosas porque ha demostrado tablas para ser titular en un Primera y aún le quedan tres meses largos por delante para seguir haciéndolo.

El Celta, por su parte, intentará alargar la cesión un año más. Como hemos comentado, el brasileño es ya pieza clave del puzle de Lucho y en Vigo consideran que hacerse con sus servicios durante otra temporada sería beneficioso para todas las partes. Tanto Rafinha como su padre han declarado que la intención del futbolista es hacer carrera en el Barça, pero lo cierto es que difícilmente Rafa le haría ascos a continuar cedido en un club al que quiere y el cual le ofrece más minutos en las piernas que cualquier otro.

Si sigue en Balaídos, su rol continuará siendo seguramente el de extremo con tendencia a irse por dentro y permutar. Si vuelve al actual Barça, con la cantidad de interiores afianzados que hay, es muy probable que en algún partido le viésemos también jugando arriba y en banda como suplente de alguno de los titulares. El tercer escenario sería que hiciese carrera fuera de España. En las oficinas del FC Barcelona, el teléfono suena repetidamente con ofertas inglesas no fáciles de ignorar y quizá es la Premier League el lugar que más futuro y espacios le ofrece como centrocampista de nivel.

Rafinha quiere al Barça, sí. Pero el Barça deberá demostrar cuánto quiere a Rafinha antes de que el jugador advierta mejor futuro lejos del Camp Nou, tal y como hizo su hermano.

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